Para determinadas empresas bien por su tamaño o situación, oír hablar de plan de marketing en ocasiones es lo mismo que decir “motón de folios y tiempo tirado a la basura”, y en realidad tal y como se plantea generalmente este documento, más que de ayuda sirve de eso mismo: gasto de papel, tiempo y esfuerzo, puesto que una vez elaborado no sirve para nada.
Apliquemos el sentido común, y respondamos a cuestiones básicas:
1) Quién es nuestro cliente: haciendo una descripción concreta de él y lo que le “duele” (en referencia a la necesidad que tratamos de resolver con nuestro producto o servicio).
2) Cuál es nuestra proposición única de venta: es decir, qué aportamos de diferente o extraordinario para que quieran comprarnos a nosotros en vez de a la competencia.
3) Quién es nuestra principal competencia y cómo vamos a batirla, si es que tiene una influencia directa sobre nuestras ventas.
Una vez realizado el análisis de los puntos clave pasamos a la parte de Estrategia de Marketing.
Y nuevamente no nos deben intimidar palabras tan rimbombantes como “estrategia”, que en realidad es algo muy sencillo, porque una estrategia es el camino que vamos a tomar para llegar a un objetivo, de entre todos los posibles senderos que hay.
En este caso el objetivo es conseguir clientes y toda estrategia para conseguir clientes debe responder a dos preguntas necesariamente.
1) ¿Cómo vamos a atraer clientes hasta la puerta de nuestro negocio? Es decir, cómo vamos a conseguir que se fijen en nosotros y vean nuestra oferta
2) ¿Cómo vamos a convencerles de que compren el producto en vez de gastarse el dinero en otra cosa?
Una vez tenemos clara la estrategia ya estamos al final del plan, donde recogeremos los números del mismo, básicamente los ingresos que esperamos obtener y los gastos que nos va a acarrear dicho plan, es decir, básicamente cuánto dinero concreto nos va a costar lo que hemos respondido en las dos preguntas de estrategia.
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